Tiempos Violentos

Estamos viviendo tiempos extremadamente complejos. Bueno, como siempre, pero como ahora la información es casi instantánea, se siente entonces como que si hubiera aumentado mucho el estado de urgencia crucial en el que estamos viviendo.

Guerras, pandemias, amenazas nucleares, decadencia, delincuencia, violencia explícita que ha aumentado mucho, incluso en los escolares una vez que salimos del 2020.

Grandes secuelas de un post traumático colectivo.

Hay tantas cosas que están sucediendo en el plano físico. Y sí: Por mucho que quisiéramos abstraernos y vivir sólo en nuestra burbuja de perfección individual, nos afectan las experiencias de la tierra.

Recordemos que vamos todos en la misma nave espacial: Compartimos un mismo suelo, los mismos frutos, y las mismas características que nos hacen verdaderos seres humanos.

Pero algo más está pasando, y muchos lo podemos sentir: En nuestra dimensión espiritual, estamos librando, como nunca antes en la historia de nuestra humanidad, el clímax de nuestra gran batalla cósmica entre el bien y el mal.

O sea, lo físico es sin duda una cosa. Pero hay otra cosa que no vemos con los ojos físicos, y es nuestra dimensión espiritual, energética, sutil: Nuestros otros campos y cuerpos dimensionales que, junto a nuestros cuerpos físicos, conforman nuestro todo.

Ser verdaderos seres humanos.

Eso es lo que está en juego.

Y si bien Dios nos puso en un planeta paraíso, ocurre que hace siglos se tomaron el planeta, se robaron el oro y el agua y al tomar el control de la materia han diseñado un modo de vivir muy materialista y desesperanzador para nosotros, para que a través del miedo y el modo de sobrevivencia extremo hiper activado, se nos desconecte de nuestra verdadera naturaleza humana de amor y compasión, y nos olvidemos del entorno y de Dios, volviéndonos completamente individualistas, materialistas, vanidosos al extremo, superficiales a morir, y antipáticos, pues ya nos hechizaron a todos con eso de que los seres humanos pasamos a ser armas biológicas y por supuesto además culpables del inminente cambio climático que, según ellos, nos liquidará a todos. Siempre por nuestra culpa, nuestra gran culpa …

El miedo, la culpa, el engaño, la psicopatía y una sociedad narcisista explícitamente solipcista. Esa es la violencia que estamos sufriendo.

Una violación a nuestra ciencia, a nuestra propia cognición.

Cuidado. Cuidado hay que tener en todo sentido. Cuidado para no dejarse engañar, no dejarse manipular por las noticias, por el caos inducido, por el nivel de deshumanización que abunda y aumenta por días, por horas, por cada minuto que respiramos.

Hay que cuidar de nuestros niños: Que el sistema educativo no les robe la esperanza de vivir en un mundo libre, bello, lleno de una naturaleza farmacéutica que nos regala constantemente los mejores beneficios para estar saludables. Que los adultos no les enseñemos a tener que pasar por sobre otros para sobrevivir y hacerse camino, sino que puedan crecer en la confianza de formar equipos sin ser traicionados. Que puedan construir y desarrollar confianza en sí mismos y en su género complementario para que puedan experimentar el amor familiar en lugar de la competitividad y la discordia, y crear una de esas pertenencias profundas de lealtad relacional básica que es la propia familia. Algo que en estos tiempos está bastante destruido.

Hay que cuidarnos los unos a los otros para llamar la atención del prójimo con mucha ternura cuando, sin darse cuenta, se estén desconectando de su verdadera esencia de las leyes del amor.

Y hacer todo lo posible, con urgencia, para activar el amor incondicional que es lo único que nos restaurará y nos dará la paz que tanto buscamos, y esa vida eterna.

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